Los que fracasan cuando alcanzan el éxito

Éxito al costo más alto: los que se pierden cuando lo logran todo

Éxito, todos queremos llegar ahí, no todos los fracasos vienen del error, algunos vienen del logro y los más silenciosos ocurren cuando ya nadie los espera.

He conocido personas que se destruyen justo después de haber conseguido lo que decían querer. Una meta cumplida, un negocio que explota, una posición soñada. Desde fuera todo parece funcionar pero por dentro hay vacío, fatiga, un cuerpo desgastado y una mente saturada que ya no distingue entre el deseo y la presión.

Les pasa a los que se rompen en silencio cuando el éxito les cobra factura. Lo ves en quienes llevan diez, veinte o treinta años trabajando sin parar, acumulando responsabilidades, reconocimientos, propiedades, pero al mirar dentro de sus agendas no queda espacio. No hay tregua, se volvieron esclavos del calendario, adictos a la urgencia, expertos en sobrevivir el día.

Ese tipo de perfil tiene un nombre que suena a broma pero no lo es: workahólico. No se trata de trabajar mucho, se trata de no poder dejar de hacerlo. Y eso no es sinónimo de productividad, es un mecanismo de defensa.

El psicólogo Bryan E. Robinson lo explicó con claridad en su libro Chained to the Desk. No es el éxito lo que daña, es la forma en que lo perseguimos. Robinson detalla cómo muchos líderes sufren ansiedad, insomnio y deterioro en sus relaciones sin siquiera notar que están colapsando. Simplemente siguen. La trampa es esa: que la inercia los mantiene en pie aunque ya no estén realmente presentes.

El precio oculto del alto rendimiento sostenido: desgaste emocional, adicción al trabajo y desconexión interna.

He trabajado con personas así, personas admiradas por todos, pero que en privado se sienten agotadas, desconectadas y muchas veces vacías. No se detienen porque creen que parar es perder, y nadie les enseñó a pausar, mucho menos a estar.

Lo paradójico es que esos mismos perfiles valoran la claridad, la visión, el enfoque, pero el cansancio mental no permite ver con claridad, ni tomar decisiones con enfoque. El cuerpo sigue y la mente no está y lo más peligroso es que esto no se nota hasta que revienta: colapso físico, crisis personal, desconexión emocional, decisiones impulsivas. Fracaso interno en medio del éxito externo.

Por eso este texto no va sobre productividad, va sobre presencia. Y eso nos lleva a una práctica simple pero crucial: mindfulness.

No me refiero a velas aromáticas ni retiros espirituales, me refiero a aprender a estar aquí, en silencio, sin ruido, sin tener que hacer nada, solo respirar, observar, sentir. Volver al cuerpo, a lo obvio, a lo básico, a lo que no se negocia.

Los que fracasan cuando alcanzan el éxito

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Jon Kabat-Zinn, el pionero en aplicar mindfulness en entornos clínicos y empresariales, definió la práctica como “prestar atención de manera intencional al momento presente sin juzgar”. Lo relevante no es la frase sino lo que implica: bajarle el volumen al mundo para poder escucharte a ti.

Alcanzar la meta no sirve si te pierdes en el camino. Mindfulness puede ser el freno que no sabías que necesitabas.

La evidencia científica no es nueva. Desde hace años Harvard, MIT y Stanford han documentado los beneficios del mindfulness en el liderazgo, la toma de decisiones, la gestión emocional y la claridad mental. En pocas semanas de práctica sostenida los niveles de cortisol bajan, la ansiedad disminuye y la percepción del tiempo se ajusta. No es magia, es entrenamiento mental.

Ahora bien, esto no es una receta de autoayuda, no vas a hacer mindfulness para ser más productivo, lo haces para reconectar contigo. Para recordar por qué empezaste, para evitar convertirte en un líder que brilla hacia afuera y se quema por dentro.

A veces no hace falta hacer más. Hace falta detenerse, sentarse, cerrar los ojos, respirar. Y no porque sea bonito, sino porque si no lo haces tú, tu cuerpo lo hará por ti y no te va a preguntar.

Yo he estado ahí, no necesitas romperte para tomar conciencia. Puedes elegirlo hoy. No porque estés mal, sino porque puedes estar mejor.

Porque el éxito que vale la pena no te cobra la salud a cambio.

Y porque no se trata de llegar más lejos, sino de llegar completo.

Iván Fernández De Lara

CEO Ventas Consultivas & Konzeppt Inbound Marketing
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